El cuerpo-agua y el papel de las mujeres en la defensa del agua

Por: Perla Aketzali Ramirez Cuenca

En los últimos años, la categoría de cuerpo-territorio ha permitido analizar los conflictos sociales, políticos, económicos y ambientales desde la cosmovisión de aquellas que tradicionalmente han sido marginadas por el sistema capitalista y por las corrientes “tradicionales” que buscan explicar los fenómenos sociales. El racismo epistémico se hace presente en las múltiples categorías de análisis, sin mencionar que, a su vez, las mujeres son marginadas e invisibilizadas en los conflictos.

En este sentido, Rita Segato (2016) explica que “la expresión patriarcal-colonial- modernidad describe adecuadamente la prioridad del patriarcado como apropiador del cuerpo de las mujeres y de éste como primera colonia”, por lo que existe una conexión entre la conquista del cuerpo de las mujeres y la conquista de los territorios.

Gracias a la experiencia histórica de los cuerpos sexuados femeninos, surge el término “cuerpo-territorio”. “Mi cuerpo, mi territorio” es un reconocimiento de posesión, de pertenencia, de exigencia y una declaración en contra las múltiples formas violencias que nuestros cuerpos han vivido en diferentes contextos. De igual manera se vuelve una declaración política que lleva a nuevas formas de autocuidado y relación con el propio cuerpo (Raczynska, s/f). Lorena Cabnal, integrante de la Asociación de Mujeres Indígenas de Santa María de Xalapán (AMISMAXAJ) de Guatemala, menciona que para las mujeres indígenas  la defensa del territorio tierra es la propia defensa del territorio cuerpo.

Lorena Cabnal también menciona que el feminismo comunitario no sólo defiende el territorio – tierra solo porque necesita de los bienes naturales para vivir y dejar vida digna a otras generaciones. En el planteamiento de recuperación y defensa histórica del territorio-cuerpo tierra, se asume la recuperación del propio cuerpo expropiado, para generarle vida, alegría vitalidad, placeres y construcción de saberes liberadores para la toma de decisiones (Busconi, 2018).

Busconi (2018) afirma que la defensa del propio cuerpo y la defensa del territorio-tierra van de la mano, porque no se puede concebir este cuerpo de mujer, sin un espacio en la tierra que dignifique la propia existencia, y promueva la propia vida en plenitud. Las luchas para la recuperación y defensa de sus tierras deben ir de la mano de la lucha por la recuperación de su territorio-cuerpo porque “las violencias históricas y opresivas existen tanto para mi primer territorio cuerpo, como también para mi territorio histórico, la tierra” (Cabnal, 2010).

En este contexto, es en donde también adquiere relevancia el cuerpo-agua, puesto que las mujeres son un elemento clave en la defensa del vital líquido. Las actividades y roles en las que las mujeres son enmarcadas, generan una relación diferente con el agua y, por lo tanto, las perspectivas y vivencias en torno a los conflictos son tan específicas que requieren conceptualizaciones particulares.

De acuerdo con las mujeres de la Escuela Campesina de Chapacual, Nariño en Colombia, las emociones son un elemento central es el mapeo del cómo han sentido dichas afectaciones al territorio, pero también del cómo han resistido. Eliana Carrillo (2020) explica que al ser las mujeres quienes más se han visto preocupadas y han movilizado la resistencia por el agua, se generan efectos en su salud emocional, física y mental. Muchas de ellas hablaron de las fuertes emociones de angustia, miedo y rabia que esta situación les había generado las cuales, en ocasiones vienen acompañadas de malestares y dolores en el cuerpo (p.82).

En México, por ejemplo, hay diferencias significativas en torno a la disponibilidad y acceso del agua. De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística Geografía (INEGI), en su informe sobre Agua Potable y Drenaje, las entidades del sur-sureste (Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Campeche, Quintana Roo, Yucatán, Veracruz de Ignacio de la Llave y Tabasco) reciben más de la mitad del agua renovable al año (67.2%), sin embargo, sus habitantes tienen menor acceso debido a que no cuentan con los servicios básicos, como es agua entubada dentro de la vivienda (2019).

En el año 2020, en Oaxaca, del total de viviendas particulares habitadas las cuales corresponden a 1,121,846, sólo 901,346 disponen de drenaje, mientras que únicamente 455,703 disponen de agua entubada (INEGI, 2020). El acceso al agua es un derecho humano, y es necesario su cumplimiento para poder alcanzar otros derechos fundamentales, tales como a la salud, a una vida digna y a un ambiente sano. No tener agua vulnera el derecho a la integridad personal, a la vida, a la información y a la participación (CEMDA, 2011).

Sin embargo, debido al sistema capitalista en donde las desigualdades sociales y la explotación a los recursos naturales son elementos clave para la preservación del mismo, persisten mecanismos de opresión que dificultan el pleno ejercicio del derecho humano al agua. Entre ellos se encuentra la localización espacial, la estructura social y la interconexión de los sistemas de género, clase y etnia (Vázquez, 2014).

En los Valles Centrales de Oaxaca, las mujeres participan activamente en la defensa del agua. El 8 de marzo del 2021, defensoras de dos comunidades de Valles Centrales de Oaxaca, San Martín de los Cansecos y San Nicolás Yaxe, se reunieron con compañeras de Servicios para una Educación Alternativa A.C. para celebrar el Día Internacional de la Mujer (EDUCA, 2021).

En dicha reunión, las mujeres de las comunidades declararon que a partir de un mapa del agua en la comunidad, reconocieron el vínculo ancestral y sagrado que las mujeres tenemos con el agua: “Estos eran lugares de encuentros, de relatos e historias, donde las mujeres hemos estado presentes siempre. El agua está presente en el cuerpo de las mujeres y fluye por medio de la sangre como los ríos y arroyos en la comunidad” (EDUCA, 2021).

Fuentes de consulta:

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